Una de las ponencias que más impacto causó durante el reciente congreso Católicos y Vida Pública fue la del escultor japonés Etsuro Sotoo, que se convirtió al catolicismo tras contemplar la belleza del templo de la Sagrada Familia, en Barcelona. En una feliz coincidencia, Benedicto XVI se dirigía al mismo tiempo, en el imponente escenario de la Capilla Sixtina, a centenares de artistas para decirles que el mundo necesita la belleza como camino para acercarse a Dios.
Así lo testimonió el emocionado escultor japonés al reconocer que, como hizo Gaudí, él mismo descubrió a Dios al tratar de observar la naturaleza con los ojos de quien ahora se encuentra en camino de beatificación. El bello testimonio de Sotoo es un ejemplo de lo que debe ser la acción de los católicos en la vida pública, examinada desde tan diversos ángulos en el reciente congreso.
Se trata de testimoniar la verdad de Dios que da plenitud a la vida del hombre, mediante el trabajo hecho con amor, ya sea en la profesión ya en el arte, ya en las cosas ordinarias de la vida, como dijo también Manuel Pizarro, desde otro enfoque, al hablar de la aportación cristiana a la solución de la crisis.
En definitiva, es la experiencia de lo bello, comparable al trabajo bien hecho, lo que en palabras del Papa, nos lleva a afrontar la vida cotidiana para liberarla de la oscuridad y hacerla luminosa y alegre. Eso es lo que ha vivido y vive el escultor Etsuro Sotoo cuyo nombre, curiosamente, significa en japonés "hombre feliz".
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